miércoles, 21 de septiembre de 2011

Otro 21 sin ti

Papá, ¿Pensaste alguna vez que te extrañaría tanto?
Para ser honesta, yo no, yo pensé que podría sola.
Cuando supe que había llegado tu hora, desee que descansaras en paz. En los pocos días que supimos que tuviste cáncer te vi sufrir mucho de verdad pensé que no merecías tanto sufrimiento, que sería egoísta de mi parte retenerte con mi llanto y te dije que todo saldría bien, que yo cuidaría a la mamá, que no la dejaría sola.
¿Y quién te cuida a ti? Me preguntaste. Yo no supe muy bien que responderte
Es que en verdad papá, yo creía que no importaba quien me cuidaba, que yo me cuidaba sola.
Entonces te respondí torpemente que Patricio, que seguro nos casaríamos pronto.
Pero en el fondo de mi corazón, en esa conversación torpe, en la sala de un hospital, recibiendo un diagnostico lapidario, yo solo quería abrazarte y rogarte que no me dejaras, pedirte que fueras fuerte y que lucharas contra esta enfermedad.
Pero… ¿Quién le gana al silencioso cáncer de páncreas ramificado por todos lados?
Entonces comprendí que debía dejarte ir, libre y feliz, viendo lo buen padre que habías sido.
Pensé que yo podría sola, que me ocuparía de la casa y de la mamá, que terminaría mi carrera, ganaría dinero y tendría un hijo, en él volcaría todo mi amor.
Y así lo hice… me hice cargo de la mamá que lloraba sola por los rincones de la casa, de las cuentas, de las idas al super, de cerrar tu cuenta corriente, de terminar mi carrera, de encontrar trabajo y quede embarazada. Había cumplido mis pequeñas metas.
Y ahí, embarazada y sola, me di cuenta de que si necesitaba de alguien que me cuidara.
Y cuando nació mi hijo te extrañe, muchísimo.
¿Recuerdas cuando escogíamos nombres para mis hijos? ¿Recuerdas cuando los imaginábamos corriendo y jugando por los pasillos de Nataniel?
No los viste nacer, ni caminar, ni crecer.
No me diste tu mano para que yo la mordiera para aguantar el dolor de las contracciones.
Quiero imaginar que nos miras desde el cielo, que estas junto a mí todo el tiempo, que me escuchas, lees lo que escribo y me alientas cada día.
En parte es cierto, estas dentro de mí, dentro de mi herencia, me das la cordura, la paciencia, la fuerza de velar por los míos día a día. Pero a veces, papá, quisiera un abrazo, una risa, un beso sonoro y una mirada orgullosa que me indique que estoy haciendo las cosas bien.

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