domingo, 19 de julio de 2015

Amasando…

Pensaba en la mañana que todos los chilenos deberíamos saber amasar…
Somos buenos para el pan…. Y nos encantan las cosas ricas y caceras como los calzones rotos, las sopaipillas, las empanadas, los picarones, los chilenitos, el pan de huevo y los empolvados; Cada día somos menos los que cocinamos estas exquisitas masas y temo que de a poco se irán perdiendo recetas ancestrales como las sopaipillas pasadas, al menos yo no sé cómo se hacen.  
Personalmente nunca me gustó la cocina, me crie viendo a mi madre y abuela pasando horas y horas preparando almuerzo para que en 20 minutos se acabara, veía la paciencia con que desgranaban los porotos, hervían horas la carne de la cazuela para que quedara suave, toda la mañana moliendo el choclo para las humitas y qué decir de las empanadas… Cada vez que yo ayudaba era más bien un estovo por lo lenta y torpe, en plena adolescencia no me podía ni comparar con estas maestras de la cocina, por lo que me limitaba a pelar papas, poner la mesa, hacer un jugo y tal vez preparar un tuti fruti.
Para mí, un simple queque era toda una aventura y después de muchos queques duros, crudos y con hoyos inesperados asumí mi el rol de ayudante casual y deje mis intentos mediocres de cocina.
Cuando me case y me fui a vivir a Parral, sola y desamparada, tuve que comenzar a cocinar de verdad, siendo mi plato principal el arroz con bistec y ensalada de tomates o lechuga. Debo admitir que le tome un gustito especial al cocinar sola, ya no estaban estas gigantes de la cocina observándome y podía equivocarme a mi antojo, como esa vez que puse 1 taza de arroz y 4 de agua… Pero no fue hasta que mi hijo Patricio comenzó a comer “de la olla” que de verdad tome con seriedad el asunto, pues tenía que cocinar sano, nutritivo y con variedad, sobretodo porque el niño me salió mañoso. Así que mis primeros platos fueron casi todos con carne molida como los fideos, el guiso de zapallo italiano con carne, el asado alemán, el charquicán, la carbonada, para que así no le costara mascar al muchacho.
Sin embargo esto de amasar comenzó después, cuando mis niños empezaron a ayudarme, nada más entretenido que  hacer pancitos de estrellas y corazones… y como todos lo pasábamos bien con las manos en la masa comencé a preparar sopaipillas, calzones rotos y los infaltables panqueques con manjar. Mi menú se fue incrementando cuando conseguí la receta de las empanadas de mi mamá y del pan amasado de la tía rosa. Pareciera que mi Coincita nació para amasar, pues cuando lo hace sus manos vuelan sobre la masa, maneja el uslero mejor que yo y lo disfruta a montones… “El otro día me dijo, mami, mejor tu fríe no mas, yo armo los calzones rotos”
Ahora, con la gran ayuda de internet, he aprendido a hace empolvados y dobladitas.
Mi hijo Patricio me dijo el otro día, “mamá, anota la receta, que siempre se te olvida de donde la sacaste” y es verdad, pues tiendo a hacer algo muy rico y luego olvido de donde lo saque y pierdo tiempo volviendo a encontrar esa receta precisa que se ajusta a mi despensa y bolsillo.

Y hoy… prepare unos pancitos ricos para el desayuno… ¡Y sin levadura!

Si a los chilenos nos gustan tanto las masas… porque no amasamos todos entonces…

viernes, 3 de julio de 2015

Ho'oponopono

Lo siento, perdóname, gracias, te amo.