martes, 26 de febrero de 2019

Quiero comer curanto… con Chapalele


Hablar de Curanto hecho con mariscos congelados es una verdadera aberración, así que por muchas ganas que yo tenga de comer curanto estoy frita, en verdad estoy frita por varias razones, la primera, y tal vez la más importante, es que no sé cómo realmente se prepara, solo tengo una vaga visión de cuando lo he comido, lo otro, es que tengo mariscos congelados, así que no me queda de otra que conformarme con una especie de cocimiento de pollo, cerdo, papas, mariscos congelados y vino blanco.

Este es un plato que no comprendía cuando era niña, ¿a quién se le ocurre comer algo tan caliente en pleno verano? Es que a mi familia se le ocurría pedir Curanto en algún restorán cuando íbamos a la playa – con mariscos fresquitos – ellos decían.

Creo que la primera vez que le tome el gustito fue en una asado de mi primo Tito, estaba yo saludando a los parientes cundo veo al suegro de mi primo agachado sobre una olla que estaba sobre unas brazas en el suelo, completamente concentrado en el humo de la olla, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor, le pregunte qué estaba haciendo – Curanto en olla – respondió. Nunca más he borrado esta imagen de mi cabeza, pues, cuando levantó la tapa de la olla y me mostro lo aquel cocimiento, los aromas me envolvieron y el asado simplemente dejó de importarme.

Ya comí Pulmay en  Valdivia y una de las cosas que debo hacer antes de morir es viajar a Chiloé a comer Curanto o a la Isla de Pascua a comer un Umu Rapa Nui.

Hay una receta de Curanto en el libro “Afrodita” de Isabel Allende, libro que ha sido hasta ahora el libro más sensual que he leído, libro que me envuelve y me encanta.

Hoy tengo muchas ganas de comer Curanto, sobre todo después de leer todos los beneficios afrodisiacos que se dice que posee o al menos que me sirva para dormir siesta a patas sueltas toda la tarde, y sé que es un yerro preparar tan magnifica receta con mariscos congelados, así que solo me conformaré con una sopa, solo para sacarme mi antojo.


Libro del mes... Afrodita... léanlo y sean seducidos por el...

lunes, 18 de febrero de 2019

Una blusa sin planchar…

El 14 de febrero, día de los enamorados, al menos eso dice nuestra sociedad capitalista al llenar de globos rojos y chocolates de corazones las tiendas, me puse ropa interior sexi, un vestido acinturado, mis chalitas rosa, mi cartera roja y partí como una enamorada a almorzar con mi esposo.

Cuando iba en el metro, me llamó la atención una chica porque tenía una blusa igual a una mía. Lo primero que noté es que la tenía muy arrugada, sobre todo en los hombros, pensé que esa blusa se usa bien planchada, luego que ella era un poco rellenita y que en la parte superior a la espalda se le veía un poco ajustada, “tirante” y que no le quedaba bien, además iba con todo el pelo amarrado en un moño de vieja y con shorts. Yo no soy partidaria de que un adulto use shorts en la ciudad, bueno, ella seguro aún seguía en sus veintes, así que decidí perdonarle lo de los shorts. Pobre chica, pensé, que ganas de enseñarle, de decirle que si planchara la blusa, la luciría mucho mejor.

Luego comencé a divagar que cuando yo usara esa blusa, me cuidaría de no verme así, que la plancharía muy bien, además, a mí me queda mucho más holgada… en fin... nos bajamos del andén en el mismo lugar, para hacer cambio entre línea 6 y línea 1, este trasbordo en particular tiene un pasillo largo y ella quedo delante mío.

Lo que yo no había notado es que ella iba de la mano de un muchacho bastante guapo, pelo castaño claro, casi rubio, tez dorada por el sol, vestido con jeans y una polera blanca, se veía bastante bien y como que, en mi mente hollywoodense, no calzaban. Es que Hollywood me enseñó desde muy niña que solo los guapos andan con guapos.

Comencé a pensar que ese pensamiento era bastante injusto, pues yo no me había fijado en el rostro de la chica, solo en su ropa y mientras mi mente jugaba con estos pensamientos, note que ella iba sonriendo, que el chico que la acompañaba comenzó a hablarle en el oído, que le hizo cosquillas, que se adelantó entre la multitud un par de pasos para que ella lo persiguiera, luego corrió ella y él la persiguió, apuré el paso para seguirlos disimuladamente,  se veían muy enamorados y muy felices…

Y pensé, que arrogante fui, que puedo enseñarle yo a esta chica tan feliz, debería ser yo quien aprendiera de ellos, a ser más niña de vez en cuando, a juguetear con Patricio más seguido, a reír en el metro de Santiago más seguido y ser más feliz.

Dejé en paz a mis enamorados y continué mi camino soñando con mi encuentro con mi propio enamorado y en mi blusa, pensando que usarla sin planchar sería una fantástica idea.

miércoles, 13 de febrero de 2019

Pelando y picando apio

Cuando era chica veía a mi mamá, mi abuela o la nana picar y picar y picar apio, desde esa época que decidí que nunca iba a picar apio en mi vida.

Resulta que en Chile esta cosa de picar apio es bien compleja, uno lo tiene que pelar, le tiene que sacar todas las hilachas, tiene que partirlo, cortarlo a lo largo, fino, junto pero separado, después remojar y el apio se empieza como encrespar. Queda bien bonito y crujiente, pero es un tremendo trabajo, entonces yo, en mi sabiduría infantil, decidí que ni siquiera me iba a molestar en comprar apio alguna vez porque yo no iba a ser ese tremendo trabajo, además, cuando era niña pensaba que la cocina no era lo mío, prefería dibujar, cantar, pintar y cualquier otra cosa menos estar estorbando en la cocina, es que era tan torpe que era un estorbo.

Pasaron los años y un día, ya la universidad, una compañera me invitó almorzar a su casa y la vi tomar una ramita de apio, lavarla bien y picarla atravesada, como quien dice, en medallones. Se demoró tres segundos en preparar la ensalada, no pelo nada y le quedó bastante rico, entonces se me abrieron los ojos a un mundo nuevo, pues pensé que yo podría copiar esta manera de picar el apio y no estresarme picándolo a lo largo.

Así que en mi vida de casada, cuando ya estaba más reconciliada con la cocina y con ganas de ponerme a innovar con las ensaladas, comencé a picar el apio como lo hacía mi amiga y lo que es bastante rápido, fácil y hasta agradable.

Sin embargo, hace un par de semanas, antes de irme de vacaciones, había comprado una matita de apio, no me la lleve, no me la comí, se quedó en el refrigerador y hoy la encontré, el apio estaba bastante mustio, pero no estaba malo, no estaba podrido para nada, pero había perdido un poco el color y estaba medio seco. Me acordé que el apio es una verdura maravillosa que uno pone a remojar en agua y empieza a hidratarse de una forma increíble, sin embargo cómo estaba medio feito y habían algunas partes un poco amarillentas, se me ocurrió pelarlo la antigua, a pesar de que creí que nunca lo iba a hacer, por eso no hay que escupir al cielo, y empecé a buscar unos vídeos de YouTube a ver si encontraba a alguien que enseñe hacer esto, encontré un par de videos de unas señoras mayores que me recordaron a mi abuela porque no hablaban sólo pelaban y picaban el apio, sin ninguna instrucción, exactamente como mi abuela esperaba que yo cocinara, de solo verla.

Tal como mis recuerdos de niña, lo pelaron prácticamente completo, pero resulta que, pelar un apio por completo, a mí me da sensaciones encontradas primero porque el apio sin pelear es muy sabroso, a mí me gusta mucho, me como hasta las hojas, sobre todo las que están más cerquita del corazón, me encanta el sabor fuerte del apio,  y creo que cuando uno le saca tanta comida el apio queda medio insípido, sin embargo quería pelear algunas partes que estaban amarillentas, así que empecé a pelear como pude una rama de apio, me costó un montón y recordé porque había decidido no pelarlo. Pero reconozco que se ve muy bonito a lo largo y crespito, pero a mí no me quedó muy bonito además, lo hice cuando tenía el almuerzo casi listo lo cual tampoco fue buena idea porque, para que el apio chupe harta agua y quede como crespito, hay que tenerlo harto rato en el agua, si hubiese partido haciendo el apio y hubiese tenido todo el tiempo de remojo mientras cocinaba el resto de la comida habría quedado mejor. Otra cosa fue que al final decidí igual picarlo atravesado porque, como me quedo tan feito, pensé en mis pobres hijos y pensé que no tenían por qué comer algo tan feito y decidí picar por lo menos dos ramitas para ellos.

A mi hermano Santiago le encanta el apio lo más pelado posible, es la antítesis de mí, a mí me gusta con todo su sabor y a él le gusta con nada, pero nada de hilacha, él amaba como su suegra picaba el apio porque ella se lo dejaba justo para su gusto, así que cuando yo lo invitó a comer, le preparo ensalada de lechuga 😅

En varios platos de nuestra comida chilena hay preparaciones que toman mucho esfuerzo lo que me hace pensar que sí... me gusta comer rico... pero ¿es necesario que pasemos tantas horas en la cocina? no lo sé.

Tal vez algún día, cuando yo sea una señora jubilada con nana y sin niños que criar, pueda dedicarme toda una mañana a picar el apio, tal vez  aprenda bien, me quede bonito, crespito y crujiente, pero definitivamente ahora soy un cero a la izquierda.

PD… Tengo que mencionar que me gusta mucho meter la mano al agua del apio remojado, me da una sensación de frescura maravillosa.