jueves, 1 de diciembre de 2011

El día más agotador de mi vida...

Cuando tenía 15 años y llegue de Iowa, recuerdo que nunca llore mi estadía fuera, y cuando volví estaban todos los amigos y familiares esperándome. Después que se fueron me quede con mi mamá conversando toda la noche, llorando, alegrándonos y sintiendo, sintiendo todos los sentimientos que no sentí durante un año, la pena, el extrañar a las personas, el amor por mis padres... que hermoso poder descansar en los brazos de mi mamá, sobretodo después de un año de no vernos.

Recuerdo mi examen de cálculo I, recuerdo que estudie muchísimo, varios días, durmiendo poco y llegue tan cansada y desanimada del examen que mi madre pensó que había reprobado el ramo.

Recuerdo los 2 días que mi padre estuvo hospitalizado y toda la noche en vela antes de que muriera, mi hermana llorando, me sentía estúpidamente inservible, recuerdo luego el velorio, funeral y días siguientes... recuerdo que fue sumamente agotador.

También recuerdo cuando tuve a mi hijo Patricio, recuerdo haber llegado a las 8:30 de la mañana al hospital y el lindo salió a las 10 de la noche. Todo el día esperándolo, todo el día sin comer, luego de tenerlo las tercianas, los vómitos, la anemia. Lloro toda su primera noche y yo, madre primeriza, llore con él. Llame a una enfermera para pedirle ayuda y ella me reto porque yo no sabía consolar a mi hijo. Claro, yo tenía 29 años, ella no sabía que yo era madre primeriza. Luego de eso, cuando volvió a llorar, yo simplemente me lo pegue tanto a mi piel que, al parecer, el calor de cuerpo lo calmo y dormimos juntos, literalmente pegados, toda la noche... Estaba tan cansada que cuando me dieron de alta dormí dos semanas seguidas y mi esposo tenía que despertarme para que diera de mamar o para comer.

Recuerdo cuando mi Coincita estuvo hospitalizada, la noche en vela mirando su pequeño cuerpecito lleno de suero, oxígeno y viéndola tan delicada como un cristal. Estaba tan angustiada que casi no dormí la semana que estuvo allí, me dedique a admirarla toda la noche, aun no cumplía el primer mes de vida y se veía una guagüita tan fuerte que supe inmediatamente el regalo que Dios puso en mis manos.

Recuerdo cuando fui a California por la empresa, fui a Alburquerque a ver a mi amiga Lynnette, cuando volví estuve 7 horas esperando el avión a Miami, cuando llegue a Miami me dijeron que había perdido el avión a Chile y me tuve que quedar una noche en el hotel del aeropuerto, pase más de 24 horas entre los aeropuertos de Alburquerque, Los Ángeles, Miami y Chile. Que agotador fue eso, pero lo que me mató fue saber que me demoraría 1 día más en ver a mis niños, la angustia y la tristeza que sentí son indescriptibles

Esta semana ha sido de locos, con trabajos que entregar en la universidad, acostándome a la 1AM para terminarlos, con los niños enfermos, levantándome a las 3AM para atenderlos, intentando trabajar y ponerme al día en la pega y hoy, que pensé que los agotamientos extremos habían pasado lo único que siento son ganas de llorar. Imagino que simplemente llegue al límite, cuando creo que todo está bien, que por fin llegue a un equilibrio, cuando veo todo bien en la pega, bien en la universidad, bien en mi familia, veo que mis hijos están saliendo de las enfermedades, veo que tengo un esposo maravilloso y unos amigos fantásticos que no paran de llenarme de bendiciones y buenos deseos, cuando me digo que hoy todo saldrá bien, que no importa el cansancio, que ya tendré tiempo de dormir, me levanto linda y con ánimo, me arreglo, me pongo faldita y de pronto algo pasa que todo se me viene al suelo de nuevo, me siento agotada, cansadísima, no paro de llorar y siento que voy a explotar, que ya no doy más, que mi cuerpo no es capaz de sostenerme, que me voy a desmayar.

Estoy súper agotada, ya se acerca la graduación de la Coincita, mi cumpleaños, el paseo de curso de fin de años y la navidad; en lo único que yo pienso es que tengo ganas de irme lejos, al campo o a la playa, estar sola y desconectada por un rato, para llorar tranquila, para dormir tranquila y para dejar de pensar por un rato.

La verdad es que no tengo un día más agotador que otro… pero así, mirando la línea de tiempo de mi vida, si me he sentido extremadamente cansada varias veces, algunas por esfuerzos físicos, otras por alegrías y otras por pena… definitivamente, la pena cansa.

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