domingo, 13 de enero de 2019

La paz del domingo en la mañana

"La paz la encuentro un domingo en la mañana
cuando escucho pájaros cantar desde mi ventana
a lo lejos me parece que canta un gallo.

La paz dura a penas unos minutos
justo antes del andar de autos y su infernal ruido.

La paz viene acompañada de una brisa de verano 
que hasta me da un poco de frió.

Será verdad o lo estaré imaginado
frió en verano,  gallo en Santiago, 
pensé que eran palabras que no se conjugaban"


No pensé que este domingo despertaría tan temprano, a las 8:30 es buena hora, pero…

¡¡¡A las 6:30, un domingo, en el que no tengo nada que hacer!!!

Es bastante molesto.
Despertar a las 9 para mí sería maravilloso.

Creo que muy pocas veces en mi vida he podido despertar tarde, sin contar los días de carrete, claro, cuando era joven, soltera y sobre todo, sin hijos, podría dormir hasta las 12 después de un carrete, levantarme a almorzar y seguir durmiendo.

Sin embargo, en mi día a día, tuve tendencia a levantarme temprano, primero, por mi madre, el fin de semana eran días en los que se debía hacer todo aquello que no hicimos en la semana, limpiar los rincones de la casa que la nana no la dejaba suficientemente limpios, ir al supermercado, ir a la feria, cocinar comida rica, etc. La cosa es que debíamos estar en pie desde temprano.
Lo que más recuerdo y lo que más extraño de esa época eran los desayunos, sobre todo en el verano, huevos duros, tomate con ajo, jamón, queso, mantequilla, mermelada, dulce de membrillo, marraquetas calientitas... mmm
Los desayunos de los fines de semana eran maravillosos y era un encuentro familiar, sobre todo cuando llegaban las encomiendas de mi abuela Mariela que traían queso de cabra, palta y aceitunas amargas. Esperaba todo el mes por esa cajita llena de olores y sabores del norte.

Pensé que cuando viviera sola podría dormir hasta tarde, pero no fue así, mi reloj biológico me despierta a más tardar las 8, prácticamente todos los fines de semana. Recuerdo un domingo en Parral, antes que nacieran los niños, desperté muy temprano y comencé a pasar la aspiradora de puro aburrida, Patricio se despertó, tomo un libro y simplemente me dijo "Toma, lee"...

Cuando mis hijos eran guaguas, era maravilloso despertar con ellos, tomarlos en mis brazos, acurrucarlos con mi calor, darles de mamar, hermosas mañanas disfrutándolos, diría que fueron los mejores días de mi vida, pero escucho la voz de mi hijo Patricio diciéndome "mamá, todos son los mejores días de tu vida, tu matrimonio, cuando nacimos, etc." y bueno, supongo que tengo muchos mejores días de mi vida.

Cuando fueron creciendo, intenté seguir la tradición de los desayunos en familia, pero después de varios intentos fallidos, en los que mi esposo me argumentaba que el despertaba sin hambre o que los niños salían de sus camas molestos por haberlos despertado, deserte, al final nadie la pasaba bien. Al principio me dio pena, pero luego comprendí que tenía que armar mis nuevas tradiciones, como el tele-cama-pizza o los viernes de juegos.

Los domingos como hoy, días de verano, sin compromisos, sin prisa o apuro, dejo que todos duerman hasta que su propio reloj biológico los despierte, mientras yo disfruto de un par de horas de silencio, en los que puedo escuchar mis propios pensamientos y escribir tranquilamente mi blog.

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