lunes, 18 de febrero de 2019

Una blusa sin planchar…

El 14 de febrero, día de los enamorados, al menos eso dice nuestra sociedad capitalista al llenar de globos rojos y chocolates de corazones las tiendas, me puse ropa interior sexi, un vestido acinturado, mis chalitas rosa, mi cartera roja y partí como una enamorada a almorzar con mi esposo.

Cuando iba en el metro, me llamó la atención una chica porque tenía una blusa igual a una mía. Lo primero que noté es que la tenía muy arrugada, sobre todo en los hombros, pensé que esa blusa se usa bien planchada, luego que ella era un poco rellenita y que en la parte superior a la espalda se le veía un poco ajustada, “tirante” y que no le quedaba bien, además iba con todo el pelo amarrado en un moño de vieja y con shorts. Yo no soy partidaria de que un adulto use shorts en la ciudad, bueno, ella seguro aún seguía en sus veintes, así que decidí perdonarle lo de los shorts. Pobre chica, pensé, que ganas de enseñarle, de decirle que si planchara la blusa, la luciría mucho mejor.

Luego comencé a divagar que cuando yo usara esa blusa, me cuidaría de no verme así, que la plancharía muy bien, además, a mí me queda mucho más holgada… en fin... nos bajamos del andén en el mismo lugar, para hacer cambio entre línea 6 y línea 1, este trasbordo en particular tiene un pasillo largo y ella quedo delante mío.

Lo que yo no había notado es que ella iba de la mano de un muchacho bastante guapo, pelo castaño claro, casi rubio, tez dorada por el sol, vestido con jeans y una polera blanca, se veía bastante bien y como que, en mi mente hollywoodense, no calzaban. Es que Hollywood me enseñó desde muy niña que solo los guapos andan con guapos.

Comencé a pensar que ese pensamiento era bastante injusto, pues yo no me había fijado en el rostro de la chica, solo en su ropa y mientras mi mente jugaba con estos pensamientos, note que ella iba sonriendo, que el chico que la acompañaba comenzó a hablarle en el oído, que le hizo cosquillas, que se adelantó entre la multitud un par de pasos para que ella lo persiguiera, luego corrió ella y él la persiguió, apuré el paso para seguirlos disimuladamente,  se veían muy enamorados y muy felices…

Y pensé, que arrogante fui, que puedo enseñarle yo a esta chica tan feliz, debería ser yo quien aprendiera de ellos, a ser más niña de vez en cuando, a juguetear con Patricio más seguido, a reír en el metro de Santiago más seguido y ser más feliz.

Dejé en paz a mis enamorados y continué mi camino soñando con mi encuentro con mi propio enamorado y en mi blusa, pensando que usarla sin planchar sería una fantástica idea.

1 comentario:

napuakaderabek dijo...

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