miércoles, 17 de septiembre de 2014

El pastel… de Choclo, por supuesto...

Empezando el 18 con comida bien chilena, recordé que desde marzo tengo unos choclos congelados y desgranados listos para hacer pastel. Recuerdo que iba a prepáralo y una urgencia me hizo congelarlos y dejarlos ahí, por varios meses en el frigider.

La cosa es que ya era hora de tomar una decisión con respecto a tan gran bolsa de choclos, o los botaba o preparaba el famoso pastel, pues para comerlos en ensalada era muy duro.
Así que comencé a trabajar... después de todo, he preparado millones de pasteles de choclo junto a las mujeres de mi familia y nunca creí que fuera gran cosa. Busque unas recetas en internet, más la receta de mi mamá y además llame a mi cuñada para preguntarle un par de cosas que había olvidado y con toda esta información era imposible el equivocarse.

Al principio fue fácil, casi entretenido, mi princesa Constanza me ayudo a moler el choclo y a sacarle los cuescos a la aceituna, para que nadie perdiera un diente y comencé...
Con una maquinita mágica para picar cebolla pique la cebolla, luego hice el pino en un dos por tres(cualquiera que sabe hacer fideos ala boloñesa, sabe hacer un pino para pastel o empanada), coci unos huevos y unos pollos y listo, en mi mente ya podía saborear el famoso pastel.

Pero no fue hasta que comencé a cocinar el choclo que no me di realmente cuenta en que me estaba metiendo.

Tenía toda la teoría, la olla grande, la llama baja, revolver y revolver... pero en un descuido se me quemo el choclo y por lo que pensé en cambiar de olla y en ese intercambio se me cayó la olla al suelo y grite tan fuerte y con tanta rabia que Patricio creyó que me había quemado y corrió a ayudarme. Ante tal impotencia solo atine a pedirle que saliera de la cocina, que me dejara sola, tal como lo hicieron todas mis ancestras que no dejaron que sus maridos las acompañaran en la tarea de cocinar.

Así que respirando hondo y con mucha paciencia comencé a cambiar el choclo a otra olla grande, limpia y no quemada. Entonces, decidí hacer las cosas un poco más a mi modo y menos a recetas y tips de otros. Inhale hondo, exhalé lento, guarde mucho silencio y tome una actitud concentrada y meditativa para cocinar el choclo molido. Baje el fuego, le eche un poco de sal, un poco de azúcar, leche, albaca y comencé a revolver y revolver, revolver y revolver, revolver y revolver….

(Esta foto la tome con mi nariz, pueden creerlo, es una tontera de selfie muy absurda, si, es selfie, porque quería que saliera mi mano, es mia, soy yo la que esta cocinando, entonces háganse la idea, con la izquierda tomo mi celu, con la derecha revuelvo y revuelvo y, como tomo la foto?mi mano izquierda es media torpe, así que no cuenta, simplemente toque con mi nariz la pantalla y listo, foto de mi...que absurdo y ridículo, no? pues había 3 habitantes más en mi casa, cualquiera de ellos pudo haber tomado esta foto...)

En este silencio autoimpuesto y en todos los revolver y revolver pensé muchísimas cosas, pensé en ancestros... ¿Y  de dónde viene el pastel de choclo?¿Será solo Chileno?¿Porque mejor no comemos cabritas (los indios norteamericanos son bastante inteligentes)?¿Habrán las mujeres Quechua revuelto y revuelto el choclo como yo?... hasta intente imaginarme cocinado el choclo en una fogata y se me ocurrió que no, que no era una buena idea cocinar así... 

Pensé en mis abuelas, en como lo habrían cocinado ellas.
Bueno, no imagino a mi abuela Juana revolviendo una olla como yo, ella amaba demasiado la libertar como para esclavizarse en un plato de comida, pero tal vez esté equivocada, tal vez a ella le quedaba perfecto.
Pensé en mi abuela Mariela, a ella si la vi preparar, comí y disfrute de su pastel, entonces la invoqué:“Abuela, poséeme, entra en mi cuerpo y cocina por mi...” pero no paso nada…
Luego pensé en mi abuelo René, burlándose de mi intento de pastel, de lo duro que me estaba quedando el choclo y de que seguro no comería, vi su risa que le iluminaba la cara y su gesto amable y burlón, porque si, mi abuelo era burlón, pero daban ganas de abrazarlo besarlo cuando sonreía.
Pensé en mi papa, él me animaría y diría que me quedaría rico, que él si comería…. Y comería, aunque medio se le atragantara en su garganta…

Cuando comenzó mi dolor de hombro me acorde del  libro “Afrodita” de Isabel Allende, en sus recetas eróticas, y bueno, qué tan erótico podría ser el pastel de choclo….  pero lo cierto es que no le vi nada de erótico, revolver y revolver sin sentido, aguantando la molestia del hombro y evitando ponerse de mal humor y luchar para intentar que tus malos pensamientos hacia el pastel no lo arruinen… es que si, yo creo a pie juntillas eso de que cuando cocinas triste, la comida queda triste, si cocinas enojada, la comida se arruina y si cocinas feliz, a todos les gusta.

Pero ¿han revuelto y revuelto una masa de choclo molido? Es cansador, agota, y ni siquiera estas tan segura de que se está cocinando, sin tapa, a fuego lento y revolviéndolo a cada rato, es una pasa amarilla pálida que se supone cambia a una masa más oscura cuando esta lista y yo no veía que estaba lista, la probé tantas veces que creo que enfermaré de la guata… 

Además, me estaba quedando tan seca que filo no más, le plante encima un vaso de agua y comenzó a moverse desde el fondo, se hacían burbujas grande y pensé que la masa saltaría de la olla y me atacaría… ¿vieron la película “La Mancha Voraz” de año 1958, una masa rosada que se deslizaba por debajo de las puertas y asesinaba gente?... pues bien, creí, de verdad creí, que la masa de choclo me atacaría…
Recupere mi cordura cuando comencé a pensar en los míos bien míos, a mis hijos ni siqueira les gusta el pastel y a mi esposo tampoco, entonces no comprendí porque me estaba empeñando en hacer algo que ni siquiera sabría si lo disfrutarían. Y yo dale con revolver y revolver intentando olvidar el dolor de hombro y tratando de encontrar cordura en lo que estaba haciendo… pero bueno, no podía rendirme ahora…
Recordé el agüita dónde había cocido el pollo y me alivie de haber atinado a ponerle cebolla, ajo y zanahoria, haría un consomé de pollo, siiiii… era mi plan de contingencia, si todo sale mal, almorzaremos consomé y punto.

De pronto lo vi amarillo más oscuro y al probarlo lo encontré cocido, no lo podía creer, me alegre tanto de que mi autotortura terminara que sonreí, la primera sonrisa desde que comencé a cocer el choclo, pero en eso recordé que varias veces he devuelto los pasteles de choclos de otras personas porque los encuentro crudo, así que seguí revolviendo por unos 10 minutos más.
Lo que siguió fue fácil, colocar el pino, agregar el pollo, aceitunas, ¼ de huevo duro, pasas a gusto y cubrir con la masa, que ahora se veía linda y hasta olía bien, la había dominado, ya no había temor. Cubrir con azúcar, decorar con ají de color y listo, al horno por 20 min.

Me serví una copa de vino blanco para retomar el ánimo, seguí con la faena del almuerzo y mientras preparaba la ensalada a la Chilena y terminaba de poner la mesa pensaba en lo ilusa que había sido al pensar que había hecho antes un pastel, mentira, yo era solo una simple ayudante, pica la cebolla, muele el choclo, revolver un poco la olla… eso no es nada…  así que me jure a mi  misma que nunca más en la vida haría otro pastel.




Promesa que sé de ante mano que jamás cumpliré, porque, vamos ¿a quién no le gusta el pastel de choclos? … después de todo, mi familia me lo encontró rico… o al menos se lo comió todo.. .:p

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja... la teoría dista de la práctica, pero la paciencia es la mejor virtud... no tenía idea de tu blog... me entretube mucho leyendote... bs