lunes, 16 de enero de 2012

En estos dias no sale el sol, si no tu rostro...

En estos días mi cabeza ha estado más en la luna que en la tierra. Mucho que pensar, planes que cambiar, nerviosismo por no saber qué rumbo tomara mi vida laboral.

A ratos me siento muy sola en este sentir. Patricio ha sido excelente, me sabe escuchar y aconsejar, pero el sentir, la guata apretada, los temores a la cesantía, el pepe grillo que tengo dentro que me hace cuestionarme si estoy bien o no, todo eso es solo mío.

Mis amigos/as también me escuchan y me animan, pero ¡que más pueden hacer!

- Si renuncio, temo a la cesantía

- Si me quedo trabajando desde la casa, temo no lograr trabajar como profesora

Cualquier decisión que tome tendrá consecuencias, bueno, así es la vida, ¿no?
Todos quisiéramos que en la vida las cosas se nos den fáciles, pero así no funciona la cosa.
Hoy precisamente me siento sola. Ya salí hace más de una hora del trabajo y aun sigo sentada en mi silla, incomoda, intentando ponerme al día con trabajo que tengo a medio terminar.

Me cuesta concentrarme, me cuesta pensar.

Quisiera estar en algún cerro del norte de Chile, mirando las estrellas, en estas noches cálidas de verano, acampando sola, tal vez Tongoy o más arriba como Playa Blanca o Caldera…
Quisiera por un par de minutos perderme, y así vaga mi mente, va y viene, sin lograr concentrarme en el hoy.

Lo peor es que no depende de mí, ahora necesito que me responda mi jefe… ¿podre trabajar desde casa? Se supone que es fácil, pero la espera me mata.
La espera siempre se ha convertido en desesperación.

Como sea, hoy estoy esperando, me siento sola… debería ir a casa, pero bueno, a veces es sano un poco de soledad. Aunque a veces no me la banco, a veces extraño tus brazos demasiado!!!

viernes, 6 de enero de 2012

Dolor...

La primera vez que sentí dolor, verdadero dolor en mi vida fue cuando me caí de la bicicleta... ouch, fue un dolor tan fuerte que solo al recordarlo tiendo a cerrar las piernas... no, no me pidan que les cuente que paso ni como fue, pero solo puedo comentar que fue la manera más estúpida de perder mi virginidad.

La segunda vez que llore de dolor, que sentí que moriría de dolor y desee morir, fue cuando murió mi sobrina Constanza. Ese día murió mi mundo de niña, de Bils y Pap y murió una parte de mi corazón que nunca mas volverá, por eso no se extrañe nadie si a ratos simplemente no quiero sonreír.

La vida me siguió mostrando diferentes dolores, físicos y emocionales desde aquellos días, desde mis 17 años que he tenido una y otra vez sucesos que me han calado hasta lo más profundo de mi ser.

Y también debo admitir que soy hipersensible y que me afecta enormemente el dolor ajeno, por eso nunca rio cuando alguien se cae, tengo una tendencia más bien a prestar mi mamo para que esa persona se levante otra vez.

Tengo familiares y amigos que no tienen idea de cómo me afecta todo lo que ellos sufren. Por ejemplo pocos saben que la crisis que me dio el 2010 cuando me desmaye y termine en terapia intensiva durante 6 meses se gatillo luego de hablar con mi hermano, quien me estaba contando los problemas que tenía en su trabajo... ¡es que yo me los vivo en carne propia!... por eso nunca podría haber sido sicóloga, hubiera muerto y resucitado con cada uno de mis pacientes.

Hoy en día he aprendido algo.... solo algo... a controlar mis sentimientos... no, los sentimientos no se controlan, solo se conducen a algo mejor.
Cuando un amigo sufre, yo sufro con él y punto.

Cuando ese amigo es muy cercano, yo no solo sufro, sino que me conecto con cada célula y vivo, en carne propia, la angustia, la pesadilla y el dolor.
No me pasa con cualquier amigo, solo con algunos, con los que estoy verdaderamente conectada, con ellos lloro, rezo, me angustio y me duelen sus dolencias, en silencio, aunque no sepan, aunque no lo noten.

Es un verdadero don conmoverse con el dolor ajeno.

martes, 3 de enero de 2012

El olor de la vejez

Lo sentí el otro día, cuando quería comprar un boleto de metro y sin querer me acerque a una señora erguida, de paso lento, pero seguro y rostro radiante, no hubiera notado que bordaba los 70 años si no hubiera sido por su olor.
No era hediondo, ni tampoco a colonia inglesa o crema Pond's, muy usada, al menos, por mis abuelas. Tampoco era olor a naftalina o a ropa guardada, no era de su ropa, era un olor natural, de su piel.

Ese olor me llevo a tiempos remotos, a pasajes simples y cortos de mi niñez, como cuando despertaba en la cama de mi abuela paterna. Me recuerdo pequeña, de… mmm… no sé, unos 7 u 8 años, cuando los sábados la íbamos a ver y yo porfiaba que quería quedarme a dormir hasta el domingo. Un par de veces me quede y, claro, dormía con ella. Recuerdo haber despertado sola en la cama y haber sentido el olor de su almohada, me agradaba, un olor dulce que me envolvía y me invitaba a seguir durmiendo. Entonces aparecía la Juana con una bandeja en la mano y una sonrisa que me invitaba a tomar desayuno.

También recuerdo a mi abuela materna, de la cual si que era regalona, me metía en su cama, en sus ropas, en su despensa, en sus muebles... ¡hasta en el baño con ella! ... que paciencia de mujer...

No crean que era todo dulzura, no, ella siempre ha tenido un carácter fuerte, como inspectora de liceo que era, wow, que carácter, si no me creen, le preguntan a las cuidadoras del hogar donde ahora se encuentra.

Entonces me metía en el baño con mi abuela, y ella me duchaba a mi primero, me secaba rápida y enérgicamente para que no me resfriara, me llenaba de colonia inglesa o Ideal Quimera, me vestía y me mandaba a enfrentar el mundo fuera del baño, mundo donde yo ya no contaba con la protección de sus manos para evitar mis resfríos u cualquiera otra monstruosidad que apareciera.
Me encantaba esa rutina del baño, me sentía acariciada cuando me secaba, por ahí también repartíamos algunos besos y abrazos cuando me rodeaba con la toalla.

Fui muy regalona de mis abuelos, sobre todo los maternos, quienes nunca dejaron de llamarme "Barbarita".
3 ya están en el cementerio, mi abuelo Chago, mi abuelita Juana y mi abuelo Rene, de quien tengo tantos tantos recuerdos lindos que debería dedicarle un blog entero.

Mi Mariela sigue vivita y coleando, duele ahora que mi abuela ya no me reconozca, me repito a mi misma que es parte de la vida, pero admito que me he alejado de ella, que me duele hasta el alma verla. Mi Mariela, me gusta cuando aflora ese carácter fuerte de inspectora que hace que cualquiera se quede pequeño a tu lado.

Con ella me hice fanática del té negro. Mi abuela bebía 4 tazas diarias, sagradamente, 2 en el desayuno y 2 en la once, debían ser hechos con el agua hirviendo y ella los bebía así, aunque se quemara la lengua o le corriera la gota de calor en pleno verano. Era una de sus maneras de tomar líquido, nos decía.
También recuerdo sus cazuelas, sus queques y sus tortas… sus tejidos.
Y estoy segura que en mi ADN venía la receta para hacer cazuela y para tejer chalecos. Pero para nada lo de las tortas, si ni los queques me resultan.

Oh abuela, ¿Por qué no alcanzaste a darme la receta?
Ahora solo me queda abrazarte hasta que me aguantes, darte besos que aún te encantan y escuchar tus conversaciones casi contigo misma.
Pero así, viejita y todo, yo te amo abuela.