martes, 21 de agosto de 2007

En la cocina

Pocas veces he disfrutado el cocinar. Generalmente es solo una necesidad que hago para satisfacer el gusto de otros. Cocinar para mis hijos, para mi esposo, para mi madre a veces sin siquiera detenerme en pensar que me gusta a mi. Entre el cuidado de los niños y el aseo, apenas dejo una media hora para meterme en la cocina. ¿Poco o mucho tiempo? Me propuse a mi misma de niña que no sería de esas mujeres que pasaban metida toda la mañana en la cocina y con niños pequeños entre mis piernas tampoco puedo tener ollas y horno prendido mucho rato pues se pueden quemar así que con todos estas restricciones he desarrollado un instinto casi innato de meter algo en un sartén, aliñarlo, cocerlo y listo… un delicioso plato hecho con amor para toda mi familia.

La verdad es que pensaba que nunca había disfrutado este tramite, pero hoy paso algo curioso, me pille a mi misma exclamando ¡Que hermoso! al observar unas verduras cocidas al vapor. ¡Como conservan sus colores, sus olores…! Mi casa tiene una extraña mezcla de verduras cocidas, ajo, cebolla y carne horneadas y debo admitir que huele delicioso.
La pregunta que acompaña a diario mi cocina es ¿Le gustará a mi esposo?
Pero hoy me pregunte ¿Me gustará a mi? Con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Ahora solo debo cuidar de que no se queme.

sábado, 4 de agosto de 2007

La ceremonia del lavado de los manteles de cocina.

Quien crea que solo los orientales tienen ceremonias esta en un error, pues hay varias ceremonias que las dueñas de casa hacemos periódicamente.
Hoy escogí hablar de los manteles de cocina. También conocidos como paños de plato.
Ancestralmente se ha usado en mi familia el lavado cuidadoso y delicado de estos. Se ha pasado de generación en generación esta técnica que consiste en desmugrar, hervir y lavar los manteles con jabón de lavar, gringo o el famosos jabón Popeye.
Yo me he resistido a seguir con esta tradición ya que se invierte demasiado tiempo y esfuerzo para mi gusto así que decidí lavar los manteles en la lavadora sin ninguna condición previa. El resultado, manteles asquerosamente pasados a aceite y comida.
No me queda otra que desmugrar y hervir los manteles como lo solían hacer mis antepasadas, la única mejora es que el lavado y enjuague final se los da la lavadora automática.