Hay una
diferencia radical entre hacer los pancitos y las empanas y el pastel, esta
diferencia se llama Constanza… a pesar de tener 8 añitos es buenísima para
trabajar la masa.
Cuando
comenzamos a cocinar juntas para este 18 me sorprendió cuando le conté que haría
empanadas para llevar a la casa de mi hermano Fernando, pues apenas le dije que
prepararíamos empanadas con la receta de su abuela Doli, se ofreció voluntariamente
a ayudar, entonces comenzamos, pelamos las cebollas, las picamos en mi
maquinita mágica, luego molí un poco de posta en la 1,2,3,(sí, me gustan las
empanadas con la carne molida, no picada) y comencé a preparar el pino…
Mientras
tanto yo escuchaba… “mamá, preparo la masa…”, “mamá, me pasas la harina…”, “mamá,
cuanta manteca…”, “mamá, que más lleva…”, “mamá, me agregas el agua…”, y luego,
por un par de minutos, un silencio de esos que asustan, no me percate
inmediatamente porque yo estaba absorta en mi pino, revuelve y revuelve para
que no se quemara, agregar la carne, un poco de sal, los aliños, buscando el
ají color que no lo encontraba por ningún lado, moliendo un poco de ajo, y
cuando ya tenía incorporado todo en la olla y estaba bastante satisfecha con el
resultado me percate de que los “mamás” se habían acabado, cuando me di vuelta
para ver a mi hija la note muy concentrada, sobando la masa que, para mi
sorpresa, estaba lista. Ella es como yo, el arte de amasar la envuelve y la saca de este mundo. Me
sentí muy orgullosa, tan orgullosa como cuando bailó en el jardín y fue la más
hermosa, la más graciosa y la mejor de todo su curso… y esto lo digo
objetivamente, no como mamá chocha… no, no, no…
Entonces
llego mi hermana, vino a cocinar con nosotras, otra buena sorpresa, pues me
encanta cocinar acompañada, y bueno, ahí Conincita se fue a ver monitos y nos
dejo solas… admito que me dio un poco de nostalgia, amo cocinar con mi hija,
pero la Paty se enchufo al tiro, comenzó a estirar la masa y nos salieron en
total 20 empanadas… eso fue milagro, porque generalmente de 1 kilo yo saco 15…
cuando las saque del horno me percate que la masa estaba muy delgada y algunas
se rompieron, pero bueno, estaban sabrosas y lista para llevarlas al carrete de
los Quevedos…
Y el pan?
Ah…
esta es otra historia… sabía que me quedaría a dormir donde mi hermano y que
suelo despertar muy temprano, así que para no aburrirme, lleve harina, manteca
y levadura… como a las 7:30hrs. Me levante mientras toda mi familia dormía, me
fui a la cocina y comencé, creí que estaría sola preparando todo, así que comencé
mi mañana del campo. Es hermoso tener
una ventana en la cocina, mirar por ella y ver pasto verde, perros que juegan y
escuchar pájaros mientras amasas… intenté disfrutar el momento, tranquilidad,
sin estrés y relajada comencé a juntar todos mis ingredientes y a amasar,
amasar y amasar, al menos por 10 minutos, dice la receta de la tía Rosa, que la
sigo al pie de la letra y sin saltarme ni un solo paso… sin receta de la tía Rosa,
no hay pan.
Entonces,
para mi sorpresa, comenzó a despertar la casa y la primera carita que vi, que
ilumino mi mañana y cambió mi día fue la de mi Constancita… “Coni”, le dije, “me
ayudas a hacer pan”… “Siiii” dijo ella con una sonrisa que le ilumino la cara,
y corrió a contarle a su prima Magdalena… y bueno, yo ya sobraba, porque ambas,
tanto Magdalena como Constanza, hicieron magia con la masa formando unos
pancitos exquisitos, al horno y listo, fue el desayuno perfecto.
Pero
eso no fue todo, a no… Al otro día, es decir, el viernes 19, seguimos con las
manos en la masa… pues, imagine que los Sotos también iban a querer empanadas y
pancitos.
Otra
vez, manos a la obra mi querida Constancita, ya más consiente de que mi hija
sabía amasar me arriesgue a invitarla a preparar conmigo pancitos y empanadas
para su abuela Lali y su tata… y bueno, sus tíos también…
Prepare
el pino y mientras este se enfriaba comenzamos con el pan, juntar ingredientes
y amansar… hasta ahí fue bastante simple, pues ya tenemos experiencia en juntar
ingredientes para hacer una masa, lo que costo fue amasar… Deje libre a Coni
para que descansara mientras yo amasaba, pero no, ella quería amasar conmigo,
así que le pedimos al Pato que tomara el tiempo, dividimos la masa en 2 y comenzamos…
estira la masa, junta la masa… estira la masa, junta la masa… estira, estira,
estira, junta, junta, junta la masa, así
por 10 minutos, a pesar de ser un gran trabajo, no es igual que con el pastel
de choclos porque sabes exactamente cuando dejar de amasar… después de tanto
amasar y amasar mi Coincita comenzó a cansarse, otra vez la libere para que
descansara pero dijo que no, que ella quería ser como su mamá, que no se
rendiría nunca… comprenderán que a mí la baba se me caía…
Una vez
que terminamos de amasar comenzamos a formar los pancitos, corazones y
estrellas fueron los pancitos de mi niña… a mi no me dio para tanto y solo hice
pancitos redondos…
Los
dejamos reposar y comenzamos con las empanadas… y bueno, ya teníamos
experiencia del día anterior, así que rápidamente preparamos la masa, la estiramos,
formamos los circulitos, rellenamos, el dobles, pintar las empanadas y al horno….
Fácil…. O no?
Al
menos es fácil cuando ya has realizado esta maniobra varias veces, sobre todo
cuando se trata de cerrar la empanada, porque no siempre queda bien cerrada,
muchas veces se sale el pino y queda la escoba, pero bueno, yo puedo jáctateme
de que sé cerrar las empanadas y mi hija, quien tiene un verdadero don para la
cocina, también.
Sin embargo,
la cosa horrorosa para mi es el horno… el mío esta malo, cuesta regularlo por
lo que es difícil saber cuánto tiempo debe estar las empanadas cocinándose, así
que estuve mucho rato vigilando, abre y cierra el horno para que no se quemarán,
pero tampoco quedaran crudas.
Un par
de horas después teníamos 15 hermosas empanadas y unos 20 pancitos, claro, no íbamos
a llegar al carrete de los Sotos con las manos vacías.
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