domingo, 30 de marzo de 2014

Mariela

Mi padre decía que hasta el nombre era de telenovela, que con su vida se podía hacer un drama y que se puede llevar a la pantalla chica con facilidad. Lo decía porque mi abuela era buenísima para sentirse desdichada con pequeñas cosas, como si el postre no alcanzaba para ella o si no podía comerse dos platos de cazuela, pero cierto es que mi abuela si tuvo una vida grandiosa y de novela. Tenía una fortaleza que se ve poco en las generaciones actuales, ya trabajaba a los 17, ayudaba a su familia económicamente, tenía una casa abierta a amigos y familiares, fue inspectora de escuela y trabajo toda su vida, disciplinada con su persona y con su familia, crio a sus 5 hijos y ayudó a criar a otros cuantos, amaba, a todos por igual, decía ella, y de verdad que amaba.

Yo sentí su amor… sentí su amor desde muy niña, cuando me enviaban a engordar a Vallenar y ella me metía comida hasta por las orejas, dormía con ella, siempre quería dormir con ella, el desayuno en la cama, la canción para que comiera, el cuento para dormir. 

Cuando vivió con nosotros en Santiago ella era mi refugio, cuando me retaban, cuando peleaba con mis hermanos, cuando me sentía sola o triste, a veces, cuando ella no estaba, me bastaba con entrar a su pieza y sentir el olor de sus ropas para sentirme acompañada y segura, jean le pin silvestre era el olor de mi abuela, nunca hubo un día en que no se bañara, con agua helada que decía le ayudaba con la circulación de la sangre, el té sin azúcar que le ayudaba a bajar de peso, siempre dos tazas hirviendo, aunque se quemara hasta el alma. 

Y luego en Macul, casa que yo sentía mi segunda casa, donde podía registrar todo, es que sus cosas para mi eran un tesoro, sus revistas de tejido, sus joyas de fantasía, collares largos y coloridos, su lápiz labial rojo oscuro que le venía al color de su piel morena, nunca la vi teñirse el pelo ni usar muchos adornos, la coquetería de mi abuela era desde adentro, de ella aprendí la importancia de estar limpia y oler bien, el baño con ella era una ceremonia, me preparaba baños exquisitos,  muy niña me bañaba y me jabonaba por todos lados, me secaba enérgicamente para que la sangre circulara, me echaba colonia inglesa y me vestía hermosa, siempre me sentí una princesa en sus brazos y es que no importa si por fuera te vez muy linda si es que andas olor a poto… y aunque suene muy obvio, yo he conocido mujeres adultas que andan con ropa combinada , tacones altos, perfumes caros y peinados de peluquería, pero que nada de eso oculta el olor a poto… entonces no solo hay que verse bonita, sino que hay que sentirse bonita desde adentro, desde el amanecer hasta el ocaso. 

De ella aprendí a tejer, nunca me tuvo mucha paciencia, pero la miraba y admiraba, ver como la lana se convertía rápidamente en hermosos chalecos era un privilegio, cuando comencé a tejer, muchísimo más adulta, sentía que mis manos eran sus manos y que lo llevaba en los genes, los genes de mi abuela. Nos hacía tortas maravillosas, una vez tuve un castillo enorme con un trencito como puerta y conos de helado como torres, y cuando nació mi hijo Patricio, o, cuanto lo quiso mi abuela, patito patito, decía todos los días… 

hay cuanto te extraño abuela…

Gracias Dios por haberme dado este regalo, una abuela maravillosa, mujer fuerte que admiro y que si fuera un poco parecida a ella sería, sin duda, un aporte al mundo.
Te llevo siempre en mi corazón, un abrazo abuela y a ver si desde el cielo velas nuestros días.

Te amo ayer, hoy y por siempre